lunes, 9 de marzo de 2015

A MIS PADRES.



               Es otoño y los campos y caminos se llenan de hojas caducas, tiñendo de ocre todo el entorno. Son nuestras hojas muertas, los días que, ininterrumpidamente, nos ha ido matando ese gran asesino que es el tiempo. Del mismo modo que se ha ido llevando los momentos que han marcado nuestro discurrir por la vida: nuestra infancia, nuestra juventud, nuestra madurez, los amigos, la protección de nuestros padres y seres queridos, sus vidas… De forma rápida, como un relámpago.
                Algunas cosas nos las ha ido quitando y devolviendo o cambiándolas por otras, como  ilusiones, alegrías, proyectos, sueños, amores…
                Es Noviembre y la nostalgia ha llamado a mi puerta, con su olor a tierra mojada, con la cortedad de la tarde, con los “Tosantos”, con el Día de los Difuntos, con nuestras Fiestas y la Feria de Niebla recién terminadas, con la Navidad a la vuelta de la esquina. Con esa Navidad que tanto nos recuerda la fugacidad de la vida con sus sillas vacías en aumento en torno a la mesa de celebración de la venida del Niño-Dios y para no olvidarlo, cantamos lo de la Noche Buena se viene, la Noche Buena se va… Y para hacernos más llevadero este axioma, miramos con la alegría de la renovación a esos nuevos seres que se incorporan a nuestra existencia llenándola de sentido e intentamos mentalizarnos de que son nuestro futuro, de que son el eslabón de la cadena que mueve la vida con el pedaleo de nuestro corazón.                                           

                                                       
                                                A MI PADRE


                                            En una Santa lejana.


                               Naciste uncido al yugo del trabajo,                                                          nunca supiste que cosa era el ociar,
                                toda tu vida centrada en iniciar
                                de sol a sol labores a destajo.      

 Siempre ayudaste al que estaba debajo
 y en su interior conseguiste alojar
 la honradez y el honor  y no dejar,
 que los vicios te hirieran tajo a tajo.

 Tu familia, la razón de tu mundo.
 La lucha por nosotros, tu ilusión,
 y entregarnos un futuro fecundo,

 para que tuviéramos la ocasión
 de luchar hasta el último segundo,
 contra todo lo que oliera a opresión.





                              A MI MADRE.
                              
                                     


 La goma del tiempo borró tu mente
 dejando sólo una rancia vivencia:
 tu raíz, tu niñez,... la secuencia
 que desplazó al  recuerdo reciente.

 Sólo a mí reconoces de la gente,
 sin olvidarme a pesar de la ausencia,
 tu cara se ilumina en mi presencia
 y repites mi nombre quedamente.

 No eres consciente que nietos te he dado,
 deseo preferente de tu vida
 y te irás con tu sueño inacabado.

 Y yo observo en tu cara envejecida,
 que tu mirada anclada en el pasado ,
 me va diciendo adiós entristecida.

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