Es otoño y los campos y caminos se llenan de hojas caducas, tiñendo de
ocre todo el entorno. Son nuestras hojas muertas, los días que,
ininterrumpidamente, nos ha ido matando ese gran asesino que es el tiempo. Del
mismo modo que se ha ido llevando los momentos que han marcado nuestro
discurrir por la vida: nuestra infancia, nuestra juventud, nuestra madurez, los
amigos, la protección de nuestros padres y seres queridos, sus vidas… De forma
rápida, como un relámpago.
Algunas cosas nos
las ha ido quitando y devolviendo o cambiándolas por otras, como ilusiones, alegrías, proyectos, sueños,
amores…
Es Noviembre y la
nostalgia ha llamado a mi puerta, con su olor a tierra mojada, con la cortedad
de la tarde, con los “Tosantos”, con el Día de los Difuntos, con nuestras
Fiestas y la Feria de Niebla recién terminadas, con la Navidad a la vuelta de
la esquina. Con esa Navidad que tanto nos recuerda la fugacidad de la vida con
sus sillas vacías en aumento en torno a la mesa de celebración de la venida del
Niño-Dios y para no olvidarlo, cantamos lo de la Noche Buena se viene, la Noche
Buena se va… Y para hacernos más llevadero este axioma, miramos con la alegría
de la renovación a esos nuevos seres que se incorporan a nuestra existencia
llenándola de sentido e intentamos mentalizarnos de que son nuestro futuro, de
que son el eslabón de la cadena que mueve la vida con el pedaleo de nuestro
corazón.
A MI PADRE
En una Santa lejana.
Naciste uncido al yugo del trabajo, nunca supiste que cosa era el ociar,
toda tu vida centrada en iniciar
de sol a sol labores a destajo.
Siempre ayudaste al que estaba debajo
y en su interior conseguiste alojar
la honradez y el honor y no dejar,
que los vicios te hirieran tajo a
tajo.
Tu familia, la razón de tu mundo.
La lucha por nosotros, tu ilusión,
y entregarnos un futuro fecundo,
para que tuviéramos la ocasión
de luchar hasta el último segundo,
contra todo lo que oliera a
opresión.
A MI MADRE.
La goma del tiempo borró tu mente
dejando sólo una rancia vivencia:
tu raíz, tu niñez,... la secuencia
que desplazó al recuerdo reciente.
Sólo a mí reconoces de la gente,
sin olvidarme a pesar de la
ausencia,
tu cara se ilumina en mi presencia
y repites mi nombre quedamente.
No eres consciente que nietos te he
dado,
deseo preferente de tu vida
y te irás con tu sueño inacabado.
Y yo observo en tu cara envejecida,
que tu mirada anclada en el pasado ,
me va diciendo adiós entristecida.
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