Ya acabé la misión
encomendada,
te toca a Ti, Señor, ahora juzgarla.
Intenté lo
mejor al realizarla
aun temiendo que no era valorada.
aun temiendo que no era valorada.
Ha sido duro
y el alma está cansada.
Gracias a Ti
pude finalizarla,
Tú me
enseñaste a comprenderla, amarla
y mi labor se
ve recompensada.
Cuando caí me
alzaste con paciencia,
me aumentaste
la fe de día en día
respondiendo
a mis faltas con clemencia.
¿Sabes,
Señor, lo que te pediría?
Tener, cuando
me vaya a tu presencia,
mi mano bien
repleta, no vacía.
Huelva
a 25 de Noviembre de 2004.
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